Cúbreme Bandera

Por los pasillos de la Escuela

La Magia d'un sorriso

Ricordare

 

 

Cubreme,  bandera

(Dedicada al Subt. Luis Cruz Martínez, mártir de La Concepción, 1882)

Denso humo, antesala del infierno y de la Gloria.
¿Cuántos recuerdos vienen a mi memoria? El recuerdo de la madre que hace poco acunaba mis sueños, de la densa neblina del tiempo, de un llanto contenido por los que ya no veré, por los que habitaron mi vida y evocarán mi recuerdo. Por los primeros pasos de hijos que no sostendré en mis brazos... por las pequeñas vocecitas que no pronunciarán mi nombre... por las palabras de amor que no escucharé... por los planes futuros que no llegarán a concretarse. ¿Miedo? no a la muerte. Más bien tristeza por lo que viene. No al dolor por lo que dejaré sino al que sentiré cada vez que se olvide y pisotee mi sacrificio.

Se escuchan los gitos de la muchedumbre enfervorizada. Los cuerpos de los míos, diseminados por la plaza, anticipan mi destino. Pero, ¡Fuerza y valor! Los hombres que mueren son los que se dejan vencer por la adversidad y no los que inmortalizan la dignidad del que mira de frente sin bajar la vista y se humilla ante el adversario en las batallas de la guerra y de la paz.

Han pasado horas de angustia y tensión. Mientras disparo asalta mi mente la pregunta ¿Cuándo será mi turno? ¿Hasta dónde llegará el sacrificio de esta terrible prueba del destino y de la historia?

Caen los amigos y compañeros de sueños y batallas. No hay nada que hacer. ¡Oh, Señor! ¡Cuánta sangre...! ¡Bandera,... ¡Cúbreme! ¡Ampárame! ¡Protégeme! ¡Guíame! Estoy tan lejos de la Patria, lejos del vino de su tierra, del trigo de sus campos, del polvo de sus caminos, de las lágrimas de lluvia que humedecen sus mejillas. Es mi turno. Sólo quedo yo y mis cuatro soldados. Señor, oigo tu voz que me llama. Mi espada reluce. ¿Luzco bien, Señor? Voy a tu encuentro... Cuida a mi madre y a este amor juvenil que pretende atarme a esta vida. Una cosa más,  Señor. Cuida esa bandera. Deja que vuelva a la Patria para ser venerada por sus hijos. Invicta... Noble... Eterna.

Prof. Flavio Cuevas Marín

Por los pasillos de la escuela

Es tarde. La penumbra envuelve las escalas y los muros y se apega al tiempo y al espacio. ¡Buenas noches, profesor! Cortés y firme la voz del oficial quien con su casco prusiano y su sable va apurando a los cadetes a cumplir sus funciones y deberes de las últimas horas del día, se hace oir.

¡Cuántos recuerdos se agolpan en la mente! Desde aquél grupo de quinto años de alféreces ingenieros que contestaban gallardamente al saludo cotidiano ¡Good morning, officers of the chilean army! !Good morning,  sir! A los cadetes niños que temerosos llegaban al laboratorio de idiomas de la 1ª Compañía a aclarar dudas.

Fluyen como un río incontenible los recuerdos de los primeros desfiles, las primeras campañas y preparaciones, los primeros sones de Radetzky en los aires de la primavera septembrina de la patria.

Toca el clarín el silencio. Ya es la hora del descanso. La piedra y el bronce duermen. El frío taladra los huesos, pero, tibio, el espíritu se reconforta. He encaminado mis pasos una vez más... por los pasillos de la Escuela.

Flavio Cuevas Marín (Prof. de la Escuela Militar)

la magia d'un sorriso

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